Cuando una persona se topa con otra, y de repente siente algo extraño dentro de sí, no sabe que es lo que le está pasando.
Esa cosa, sentimiento tal vez, que se despierta en lo más profundo de uno al ver a esa otra persona. Y ese pensamiento que se tiene de no saber que es exactamente lo que está pasando, no saber el porqué te sientes así, no saber que hacer para que eso pare. Eso que sientes al mirar a los ojos a esa persona que no conoces de nada, pero que en lo más profundo de ti sabes que es como si la conocieses de toda la vida. Leer en su mirada algo que aún no comprendes pero tratas de descifrar a la vez que tu ojos piden ayuda para encontrar la respuesta a todo lo que se te pasa por la cabeza.
Y piensas: ¿Qué siento? ¿Por qué de repente me siento como que tengo que correr hacia esa persona? ¿Por qué esa necesidad de mirarla? ¿Por qué esa cosa de no querer dejar que se vaya?
Ese sentimiento que se despierta con ese hambre voraz de la otra persona es el amor. Ese amor que aún no ves claro, pero es un vínculo que se forman entre dos personas, quizá sin que ellos mismos se den cuenta de ello. Puede que esas dos personas sean amigos de toda la vida y de repente se despierte esa fiera interna que no se puede controlar, o puede que sean dos personas que no se conozcan de nada, y que a primera vista necesiten el uno del otro.
Eso es lo que se llama querer a alguien sin querer. Porque uno no elige a quien amar, si no que cuando llega llegó.
Esto que escribo no es mera invención, sino que es algo que está ahí, que puede pasar, y de hecho pasa.
¿Qué por qué lo sé? Pues porque a mí me pasó.